Alicia toma decisiones

 

(…)
– Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
– Eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar —dijo el Gato.
– No me importa mucho dónde… — dijo Alicia.
– Entonces no importa el camino que tomes —dijo el Gato.
– … siempre que llegue a alguna parte —añadió Alicia como explicación.

Muchas veces nos encontramos en encrucijadas, con que tenemos que tomar alguna decisión que cambie nuestro estilo de vida, o que lo afecte considerablemente. Algunas veces esas decisiones se toman desde la inercia, desde el no hacer nada, permitiendo que factores externos nos obliguen a movernos,  y que éstos al fin y al cabo tomen la decisión por nosotros. Lo positivo de este método es que si las cosas no salen como se esperaba nos podemos esconder detrás del “fueron las circunstancias” “escapa de mi control” o el “no fue mi culpa“, lo negativo es que nos convertimos en marionetas en nuestras propias vidas, a veces, la peor decisión es la que no se toma.

Ese fragmento de Alicia en el País de las Maravillas encierra una gran verdad. Si se quiere salir de donde se está (resolver un problema), hay que caminar (tomar una decisión). Es cierto que las personas afrontamos la toma de decisiones basados en lo que hemos aprendido y la experiencia de vida, que día a día hacemos elecciones que no nos suelen generar estrés, pero también es cierto que en algunas áreas de nuestra vida la resolución de un problema se convierte en un proceso difícil y psicológicamente estresante al que de vez en cuando tenemos que enfrentarnos (cambio de trabajo, movilidad geográfica, finalizar una relación…). Algunos de los factores que convierten este proceso en difícil son el coste emocional que generan o que las soluciones que percibimos son aparentemente opuestas a nuestras expectativas.

Si quieres un cambio, resolver un problema, y no te importa mucho dónde terminar, entonces da igual el camino que tomes. Sin embargo, hay estrategias, además del ensayo y error, que pueden auxiliar y facilitar el proceso de la toma de decisión.

Pero primero, ¿Qué es un problema?

Es el no poder encontrar una respuesta eficaz ante una situación determinada. El problema de Alicia no era que estuviese perdida, ni que estuviese hablando con un gato. El problema que tenía Alicia era que no sabía donde quería ir. El primer paso en la toma de decisiones es definir el problema.

– ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte —aseguró el Gato—, si caminas lo suficiente!
A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta:
– ¿Qué clase de gente vive por aquí?
– En esta dirección —dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha— vive un Sombrerero. Y en esta dirección —e hizo un gesto con la otra pata— vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras (…)

El segundo paso es generar alternativas. Pensar en un amplio rango de escenarios y soluciones potenciales para la resolución del problema. Cualquier idea es válida. Siguiendo el ejemplo de Alicia, ella generó alternativas cuando preguntó al Gato direcciones, bien pudo ella seguir caminando sola en el bosque.

El tercer paso es la toma de decisión. Y la clave para hacerlo es de todas las soluciones potenciales, identificar las posibles consecuencias de cada una de ellas y conducir un análisis de coste-beneficio. La alternativa que obtenga un beneficio superior en principio es la que hay que poner en práctica. Visitar al Sombrerero o a la Liebre representa el mismo coste-beneficio, quedarse caminando en el bosque intuitivamente puede representar pérdidas ante el peligro de una zona “salvaje” y quedarse en el mismo lugar no modifica la situación.

El cuarto paso sería implementar la solución y evaluarla. Ahí valoramos los resultados que hemos obtenido al ejecutar la mejor decisión del tercer paso, su efectividad y  además hacer modificaciones al plan inicial si es necesario.

(…) pasados uno o dos minutos, la niña se puso en marcha hacia la dirección en que le había dicho que vivía la Liebre de Marzo.
– Sombrereros ya he visto algunos —se dijo para sí—. La Liebre de Marzo será mucho más interesante. (…)

Puede que nos quedamos estancados en el tercer paso, el miedo y la incertidumbre nos paralizan y nos cuesta pasar de la teoría a la práctica a pesar de los beneficios que representa  y la posibilidad de aumentar nuestra calidad de vida .

Podemos considerar estos cuatro pasos como imprescindibles.

La vida a veces es sinónimo de problemas y encrucijadas, sin embargo un problema puede no tener una única solución, sino varias con diferentes costes y beneficios los cuales debemos evaluar para finalmente tomar un decisión.

Sin embargo la gran enseñanza que Alicia nos deja  es que hay que caminar, ella se arriesgó, tomó una decisión y caminó hacia la Liebre, se encontró con el Sombrerero y terminó viviendo la aventura de su vida.

Nota: El proceso de toma de decisiones aquí expuesto está basado en el trabajo de D’Zurilla y Nezu.
D’Zurilla, T. J., & Nezu, A. M. (2007). Problem-solving therapy: A positive approach to clinical Intervention, (3rd ed.). New York: Spring Publishing Company.
Alicia, el Gato de Cheshire y los diálogos son obra de Lewis Carrol y la imagen propiedad de Disney.